No me consueles. Para morirme, no quiero apuntador. Moriré de mí mismo, lo sé, lloverá. Soy el perdido Protagonista de un drama que Roberto Arlt se olvidó de escribir: yo lo hacía llorar. Crucificado por las antenas que florecieron las azoteas, viví mezclando, para encontrarme, las luces tristes de veinte tardes. Al fin la lluvia borró la calle que yo tenía para buscarme. No sé si existo, pero ya entiendo porque la lluvia llueve en porteño. No me consueles. Para morirme no quiero apuntador. Moriré de un mordisco de mi corazón. Tendrá la lluvia sabor del llanto que gritará Roberto Arlt a un tal Dios más allá, al mirar hacia atrás, al saber que viví.