Cada domingo de otoño me voy entre la lluvia y el mal café a celebrar el ritual de siempre a hacer las cuentas con mi reputación a llorar por quién amo a crear problemas sin solución a ver cómo actúa un ciego frente al sol. Cae la luna en el amplio salón de los que esperan sin preguntar de los que mueren en cada fiesta y tan de a poco, como explicándose continúa el domingo y entre los cuadros cerca del piano alguien se disfraza de dolor. Bien, ahora cerraré las puertas, en sol menor y bien, hasta aquí llegó mi alma, vuelta de hoja resolveré con ilusión. Bien, ahora cerraré las puertas, en sol menor y bien, hasta aquí llegó mi alma, vuelta de hoja resolveré con ilusión.